Es alumno de la Facultad de Ciencias de la UNAM
Información gaceta.unam.mx
Desde la montañosa ciudad de Lausana, Suiza, a más de 10 mil kilómetros de San Miguel Totolapan, en el epicentro de tierra caliente en Guerrero, su sitio natal (26 años atrás), Cristóbal Miguel García Jaimes, alumno de la Facultad de Ciencias (FC) de la UNAM, realizó su examen profesional vía remota con el que obtuvo el título de Licenciado en Física por esta Universidad.
La réplica oral de su trabajo recepcional, en la modalidad de Proyecto de Apoyo a la Docencia Científica fuera del Aula, se tituló La Combi de la Ciencia. No hay lugar donde la ciencia no pueda llegar…, y trata de visualizar la acción docente que los profesores realizan en las comunidades rurales de Guerrero, el cual se difirió debido a la emergencia sanitaria.
“Intenté titularme con una tesis experimental referente a una anomalía en un experimento, pero estábamos en pandemia y el lugar en el Instituto de Física, donde íbamos a llevar a cabo este ensayo, no se pudo concretar; buscamos entonces una forma de tesis mucho más teórica sobre la divulgación científica en México, porque ya me requerían en Suiza, y justamente me percaté de que había otras modalidades de titulación, una de estas era el Proyecto de Apoyo a la Divulgación”.
No obstante, continuó, fue más adecuado ajustarlo como Proyecto de Apoyo a la Docencia, y así se transformó “La Combi de la Ciencia”, iniciativa en la que Cristóbal estuvo involucrado en el Museo de la Luz como parte de su servicio social, y que se convirtió no sólo en una propuesta de divulgación, sino además en un proyecto de apoyo a la docencia.
La máquina apoteósica
Durante el confinamiento, García Jaimes, Premio Nacional de la Juventud 2014, fue aceptado para realizar un posgrado en la Escuela Politécnica Federal de Lausana, Suiza, donde es parte de los científicos que construyen el futuro Colisionador Circular Lepton, que medirá 100 km de diámetro, y “será la máquina más grande que la humanidad haya construido jamás”. El financiamiento para su estancia proviene de una organización internacional, la Fundación Marie Curie.
“Vengo aquí a cursar el doctorado y estoy haciendo física de aceleradores de partículas. Éstas son máquinas que incrementan y apremian la energía y su velocidad, y el más grande del mundo está en el CERN (The European Organization for Nuclear Research), que tiene 27 kilómetros de circunferencia, como una gran dona; yo trabajo en el FCC, que es el Future Circular Collider, un colisionador circular de 100 kilómetros, aunque ahora está en 91 mil 174 metros con 11 centímetros”, precisó.
El también egresado de la Escuela Nacional Preparatoria 6 Antonio Caso explicó que su labor se centra en el diseño de la parte óptica.
“Soy un granito de arena. El asunto es que en el doctorado te piden que escribas tu tesis en un internado y la desarrolles en algún laboratorio. Mi trabajo en el CERN es porque mi coasesor está adscrito ahí, y desde el primer semestre tuve la suerte de participar en ello. Estoy en el Olimpo de lo que son los aceleradores de partículas del mundo.”
— ¿Cómo surgió tu interés en estas máquinas? —
En su momento logramos hacer un acelerador de partículas en miniatura para el concurso interprepas, que al fin y al cabo resultó el más barato del mundo, y con ello obtuve el Premio Nacional de la Juventud 2014, y logré venir a Suiza, por parte del Comité Internacional de Estudiantes, a impartir una conferencia con el acelerador de partículas más pequeño y de menor costo del mundo, como uno de los 200 líderes del mañana.
“Soy un granito de arena. […] Estoy en el Olimpo de los aceleradores de partículas en el mundo”
Largo camino
El trabajo recepcional de licenciatura de Cristóbal Miguel García fue dirigido por Efraín Chávez Lomelí, investigador del Instituto de Física (IF), y tuvo entre sus jurados a Arcadio Huerta Hernández, también del IF, así como a los académicos de la Facultad de Ciencias, José Manuel Alvarado Reyes y Rosaura Ruiz Gutiérrez, quien también se desempeña como secretaria de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación de Ciudad de México.
El proyecto formó parte de su servicio social como físico, y fue realizado en el Museo de la Luz de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM.
Sin embargo a Cristóbal, quien también había decidido hacer una segunda carrera, la licenciatura en Matemáticas (que en este momento se encuentra diferida para retomarse más adelante), la pandemia lo había impactado en muchos sentidos.
“Cierto que gané una beca a nivel internacional en Suiza; somos pocos entre cientos de miles de aplicantes, sólo 19, pero el problema era la vacuna contra la Covid, porque mi inmunización no estaba reconocida en Suiza. No podía ingresar al país. Tuve que reunir otra cantidad de dinero para realizar un viaje previo a Estados Unidos a vacunarme, y recuerdo que me inyectaron en un Costco”, relató.
Llegar a Suiza fue un reto muy difícil. “He de confesar que ha sido de las cosas más complicadas que he afrontado”, describió. Para llegar a Suiza empezó el proceso el 30 de octubre de 2020. Envió su solicitud; el 15 de noviembre le avisaron que había sido aceptado, pero necesitaba seis mil dólares para viajar.
“A punta de coperacha lo hicimos: vendí macetas, tierra de jardín, hice desayunos, rifas, mucha gente confió y me ayudó. Tengo varios paisanos de México y Guerrero que me auxiliaron. Me tocó dar conferencias para juntar fondos. Ha sido un camino muy largo, los pasajes me los facilitó un amigo de Ciudad Altamirano, Guerrero. Afortunadamente ya estamos de este lado.”
Nueve meses en otras montañas
A Lausana llegó en diciembre de 2021. Por distintas circunstancias, entre estas económicas, ha vivido en cuatro lugares diferentes.
“Aquí después de las 10 de la noche ya no se aceptan llamadas por teléfono. Son muy estrictos, no hay escenas de que te juntas con tus amigos nocturnos y le subes el volumen a la bocina, nada de eso.”
Cree que es parte de esa idealización que se tiene de que en estos países todo es perfecto; no es tal, simplemente la gente es diferente, comentó. Como una evocación a la presencia y el sabor de México y Guerrero, García Jaimes cultiva chile y otros productos en pequeñas macetas que resguarda en el balcón de su vivienda. En sus redes sociales presenta orgulloso las primeras cosechas que él mismo consume y paladea.
Uno de sus mayores logros en la vida cotidiana durante su travesía por ese país fue la adquisición de una bicicleta, en la que se desplaza sólo para distancias cortas con una vista natural privilegiada, y su característica sonrisa en dos ruedas.
“Aquí también recorro largas distancias de este lado del Atlántico. El CERN está en Ginebra y yo vivo en Lausana, donde está mi universidad; así que tomo un autobús, llego al Metro, me subo a una línea, transbordo y de ahí abordo un tren hacia Ginebra, que hace 50 minutos, para después ingresar al tranvía. Son dos horas con 20 minutos de recorrido”, explicó.
Cristóbal aseguró que con la beca a la que se hizo acreedor en el CERN le alcanza para vivir más o menos, “pero vivir así acá en Suiza es otra situación”. Unas papas fritas convencionales cuestan 3.70 francos, son como 80 pesos mexicanos; eso también cuesta un boleto de tren. “Por ejemplo, no es lo mismo comer una baguette de vianda, de carne, que una con huevo o jamón serrano; el queso suizo relativamente sí es muy barato. En Suiza todo estriba en el precio, porque la publicidad en México es engañosa: aquí si pagas lo doble, es lo doble de bueno o nutritivo, etc. El aguacate es barato, la pieza está en 2.40, como 50 pesos, el mismo precio que en México, creo”, compartió.
Lo que ha podido constatar es que más allá de lo complicado que pueda llegar a ser venir a estudiar a un país como este, percibe que, como alumnos de la UNAM, de la Facultad de Ciencias, se tiene la capacidad y un buen nivel para aprender y competir.
Cree que uno de los grandes problemas que se tiene como mexicano son las barreras mentales. “Nos detienen nuestros propios miedos, nuestros propios pensamientos, y es un fenómeno que he visto muy de cerca. Tenemos que ser cada vez más. No se cierren a la Facultad, hay un mundo afuera. La verdad es que no soy genio, ni superdotado, ni hay nada extraordinario, más que el esfuerzo y la perseverancia: caminar, caminar, caminar y ver después como está el surco. Para que no me agüite, porque a veces tenemos miedo, hay capital humano; ser guerrerense me ha ayudado mucho, porque ahí nos la rifamos día a día, y acá no es diferente. Atrás ni para agarrar vuelo”, finalizó.