Cancillería de Rusia
“Lo que es creado por una mente humana no puede no ser resuelto por otra. ¡Desde este punto de vista, los problemas insolubles no existen y no pueden existir en ninguno de los campos de la ciencia!”
Yuri Knórozov
El 19 de noviembre de 1922 – hace justamente 100 años – nació el destacado cientifico, lingüista y etnólogo ruso, Yuri Valentínovich Knórozov, quien hizo historia al convertirse en la primera persona en establecer un sistema que le permitió descifrar la escritura maya.
Durante casi cinco siglos la escritura maya representó uno de los más grandes misterios para los arqueólogos e historiadores. Knórozov nunca visitó las tierras mayas durante su vida académica, pero para él eso no fue impedimento para descifrar una escritura que muchos consideraban imposible de entender.
Biografía
La insistencia y pasión con la que Yuri Knórozov se enfrentaba a las dificultades estaban presentes en su carácter desde la infancia. Procedía de una familia de intelectuales. Todos sus hermanos se dedicarían con el tiempo a diferentes campos del saber y recibirían premios gubernamentales por sus aportes científicos.
Hablando sobre sus días en la escuela, Knórozov recordaba cómo lo querían expulsar por su carácter rebelde. No obstante, las notas en su certificado de graduación apuntan que terminó la escuela con excelentes calificaciones.
Durante su juventud Knórozov mostraba mucha creatividad – escribía poesía, dibujaba cuadros, tocaba el violín.
Aunque en su juventud tuvo inclinación por la psiquiatría, en 1939 ingresó a la facultad de historia de la Universidad de Járkov (actual Ucrania). Pero, en 1941, la Segunda Guerra Mundial llegó a la Unión Soviética y el joven Yuri no logró culminar sus estudios.
El rápido avance del Ejército alemán separó a su familia: su padre y hermanos fueron evacuados junto a la mayor parte de la población civil. Sin embargo, el joven Knórozov prefirió cruzar el frente de guerra y regresar bajo la ocupación nazi para encontrar ahí a su madre y hermana, que no habían logrado escapar.
Solo en 1943, con la avanzada de las tropas soviéticas, Knórozov volvería a cruzar el frente de guerra junto a su madre y hermana para reunirse con el resto de su familia en Moscú.
En la capital, Yuri ingresó en la facultad de historia de la Universidad Estatal de Moscú, su especialización de estudios era el chamanismo de Asia Central. Allí, vio un artículo del historiador alemán Paul Schellhas, que opinaba que el desciframiento de los textos maya era imposible.
En la universidad, el joven estudioso tradujo del antiguo español la “Relación de las cosas de Yucatán”, un trabajo que el misionero Diego de Landa escribió alrededor de 1566 y que trataba sobre la vida de los mayas en tiempos de la conquista española.
Yuri Knórozov comprendió que los símbolos mayas apuntados en la obra no corresponden al sonido de las letras, sino a su nombre: ‘equis’, ‘ele’, ‘uve’, etc. Esta fue la llave que le permitió leer algunos símbolos de los manuscritos mayas. No obstante, el proceso de descifrado completo le tomó varios años.
En ese tiempo, Knórozov culminó sus estudios y se mudó a Leningrado (actual San Petersburgo), donde vivió el resto de su vida como trabajador científico del Museo de Antropología y Etnografía de la Academia de Ciencias.
Vivía en una pequeña habitación del museo de poco más de tres metros de ancho, completamente llena de libros, y que el científico decoró personalmente dibujando en las paredes jeroglíficos de la época precolombina.
“Yo soy un científico de despacho. Para trabajar con los textos no es necesario retozar sobre las pirámides”, ironizó Knórozov durante toda su vida.
El método que le dio el éxito
Analizando cuidadosamente el “alfabeto maya” transcribio en el libro de Diego de Landa, el lingüista ruso dedujo que el nativo maya, a sugerencia del eclesiástico, transcribió con jeroglíficos los nombres de las letras latinas en vez de sus sonidos. Además, lo hizo seleccionando jeroglíficos que denotaban las sílabas más cercanas en pronunciación.
Knórozov entendió que De Landa trató de transmitir de la manera más precisa posible la fonética de la lengua maya y llegó a la conclusión de que su escritura maya no es ideográfica, sino fonética y morfémico-silábica, o en otras palabras, que cada carácter se lee como una sílaba específica.
Posteriormente, el científico se centró en estudiar tres textos antiguos. Knórozov determinó que contenían 355 signos y ya en 1952 logró entender el modo de leer algunos de ellos. Al mismo tiempo, a principios de la década de 1950, completó el trabajo de descifrar los códigos mayas.
En 1952, publicó el artículo “La escritura antigua en América Central” en la revista “Etnografía Soviética”, donde presentó su propuesta de interpretación de la escritura maya.
En 1955 defendió su tesis doctoral, y en 1956 la Academia de Ciencias de la URSS lo envió al Congreso Internacional de Americanistas, celebrado en Copenhague (Dinamarca). La presentación de su trabajo causó todo un revuelo en la comunidad científica: muchos no concebían que un joven y desconocido ruso, en la oscuridad de su habitación y sin siquiera haber estado en México, hubiese logrado hacer aquello a lo que otros habían dedicado su vida entera, sin resultado alguno.
En 1963, el doctor Yuri Knórozov publicó su trabajo más importante sobre la escritura maya: La escritura de los indígenas mayas. Sus hipótesis del desciframiento se divulgaron rápidamente en Europa en la década de mil novecientos setenta, ayudando en gran medida a la lectura de las inscripciones de los antiguos mayas.
Su obra derivó en la creación de la revista “América Latina” de la Academia de Ciencias de la URSS, donde se publicaron sus investigaciones, y en la instauración del Centro de Estudios Centroamericanos Yuri Knórozov en la Universidad de Moscú.
Aunque durante muchos años su propuesta fue rechazada por otros investigadores como Eric Thompson —quien en ese momento era el especialista más connotado sobre la escritura maya—, en 1970 su método fue aceptado mundialmente.
Su interpretación del alfabeto de Diego de Landa ha sido equiparada al descubrimiento de la piedra de Rosetta que facilitó la clave para descifrar los jeroglifos egipcios.
En América Latina
En 1990, con el deshielo, cuando pudo viajar a Guatemala por invitación de su entonces presidente, Vinicio Cerezo. El jefe de Estado le otorgó al científico ruso la Medalla Presidencial y le organizó un viaje por los yacimientos arqueológicos de los tiempos mayas.
Durante el viaje, Knórozov repetía una y otra vez que conocía muy bien antiguos centros urbanos mayas, estudiados gracias a las publicaciones a las que tenía acceso. Sin embargo, una vez vista con sus propios ojos la ciudad de Tikal, el científico de 67 años se subió a su pirámide y durante un buen tiempo permaneció en su cúspide sin pronunciar una sola palabra.
Luego en tres ocasiones visitó México, donde tuvo la oportunidad de conocer en persona sus lugares más añorados: Palenque, Bonampak, Yaxchilán, Chichén Itzá, la Venta, Monte Albán, Teotihuacán, Xochicalco. En 1995, Yuri Knórozov recibió la Orden Mexicana del Águila Azteca, la más alta distinción que se les otorga a los extranjeros en México. Al recibir la conmemoración, el científico supuestamente proclamó en español: “Soy mexicano de corazón”.
Yuri Knórozov falleció a los 77 años, el 30 de marzo de 1999, en San Petersburgo.
Legado
El 21 de octubre de 2013, en el marco del Festival Internacional de la Cultura Maya, el gobernador de Mérida, Yucatán, entregó a la Premio Nobel de la Paz 1992, Rigoberta Menchú Tum, la medalla “Yuri Knórozov”, convirtiéndola ese día en la primera persona en recibirla por ser digna representante del Mundo Maya.
En su memoria, los mexicanos en 2018 erigieron en Mérida, Yucatán, un monumento a Yuri Knórozov; en la parte de atrás colocaron una estela maya con la fecha de su muerte en escritura y calendario maya.
El 26 de septiembre de 2019, en Moscú, fue presentado el libro intitulado “El último genio del Siglo XX: Yuri Knórozov”. La obra fue escrita por la doctora Galina Yershova, profesora de la Universidad Rusa Estatal de Humanidades y directora del Centro de Estudios Mesoamericanos Yuri Knórozov, con sedes en Guatemala y México.
En 2022, se inauguró un busto de Knórozov en la Ciudad de México. El evento, que se llevó a cabo en conmemoración del centenario del lingüista, se celebró en la biblioteca del Museo Nacional de Antropología.
Gracias a Yuri Knórozov, los jeroglíficos, que permanecieron callados durante 500 años, comenzaron a hablar, revelando el fascinante mundo de los antiguos mayas. Se pudieron leer sus textos, no solo de los códices, sino también las obras de plástica menor, las construcciones y vasos de cerámica, una verdadera hazaña científica.