Por María Jaramillo Alanís
A partir del pasado 25 de octubre, Tamaulipas ha sido escenario del Festival Internacional de la Costa del Seno Mexicano, un evento que ha logrado reunir a miles de personas en torno a la cultura.
La iniciativa, impulsada por el gobierno de la 4 Transformación, ha llevado actividades artísticas a municipios que, hasta ahora, habían sido invisibles en los programas culturales estatales. Sin embargo, la pregunta que subyace es: ¿realmente estamos ante un compromiso profundo y sostenido con la cultura o es simplemente un espectáculo de corto plazo para ganar popularidad?
Si bien el esfuerzo por extender la cultura a municipios rurales es digno de reconocimiento, el impacto a largo plazo de este tipo de eventos merece un análisis más crítico. ¿Cuántos de estos municipios continuarán viendo propuestas culturales cuando las luces del festival se apaguen? Lamentablemente, muchas veces estos festivales sirven más como vitrinas para la imagen gubernamental que como verdaderas plataformas para el desarrollo cultural sostenible.
En municipios como Soto la Marina y Mier, los eventos culturales del festival fueron recibidos con entusiasmo, pero, ¿qué infraestructura cultural queda en estos lugares después de la celebración? El riesgo de que la cultura se convierta en un mero espectáculo, sin una política de continuidad ni recursos para sostenerla, es alto. ¿Se fortalecerán las instituciones locales para que puedan organizar eventos propios? ¿O dependerán siempre de estas apariciones fugaces?
Además, mientras que la capital del estado, Ciudad Victoria, puede presumir de la asistencia al 100% en sus presentaciones en el Teatro Amalia González Caballero, es necesario recordar que la capital no es un reflejo fiel de las necesidades y limitaciones de los municipios más alejados. Estos últimos siguen padeciendo la falta de bibliotecas, centros culturales y espacios públicos para desarrollar y vivir su identidad.
El gobierno de la 4T debe considerar que el verdadero éxito de una política cultural no radica únicamente en el número de asistentes, sino en la permanencia y el alcance de sus propuestas.
Un festival no es suficiente para consolidar una cultura accesible y constante para todos. Se necesita un programa sólido que incluya la creación de infraestructura cultural y un presupuesto continuo destinado al fomento de talentos y expresiones artísticas locales.
¿Dónde están las antologías de escritores locales producidos por ITCA? ¿Dónde está la periodista, tallerista, escritora y poeta Noemí Sosa Reyna?, por cierto, la vi en el Congreso pidiendo que una diputada le regalará las copias de su más reciente texto literario aún inédito.
Me alegra mucho la presentación espectacular de Mateo Hurtado Castillo, nacido en Boston, aunque sus abuelos, Olivia Malibrán y Salvador Castillo de la Lastra (+) y obviamente sus padres, Zaira Castillo Malibrán (pianista) y el Mtro. José Luis Hurtado, una familia de artistas a la que ni por error, se apoya y ellos han sembrado arte, valores y amigos en esta ciudad allá en el 20 Aldama.
Por eso espero que con la presentación de Ricardo Delgado Herbert, -este martes 29 de octubre-de otra familia de artistas, tampiqueños, también sea deslumbrante y apoteósica.
Dos golondrinas no hacen verano.
Es decir, sin una verdadera inversión en cultura, Tamaulipas corre el riesgo de seguir el mismo ciclo de otros estados, donde los festivales quedan en recuerdos efímeros y las comunidades en la misma carencia de oportunidades de siempre.
El tiempo dirá si el festival Internacional en la Costa del Seno Mexicano es un nuevo punto de partida o simplemente otra promesa que se esfumará, dejando a las comunidades sin una base sólida para el crecimiento cultural.
Existe la oportunidad, de que al igual que su padre, el gobernador Américo Villarreal Anaya deje huella con un Festival que abrace el quehacer cultural y humanice a los promotores culturales, pues la cultura es todo aquello que dimana del pueblo.
Desde Mi Trinchera Vietnamita, más Janambre que nunca.
