La educación y la enfermedad del poder

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Por María Jaramillo Alanís

La mayoría de los Centros de Bachillerato Tecnológico, Industrial y de Servicios (CBTIS) en México llevan nombres de personajes históricos que han dejado un legado en la construcción de la nación.

Figuras como Miguel Hidalgo, José María Morelos, Emiliano Zapata y Alberto Carrera Torres han sido honradas por sus aportes a la independencia, la justicia social y la lucha por los derechos del pueblo.

Sin embargo, en Reynosa, Tamaulipas, se ha dado un caso que rompe con esta tradición y exhibe el uso de la educación como moneda política: el CBTIS 302 ahora lleva el nombre de Maki Esther Ortiz Domínguez.

La pregunta es obligada: ¿qué ha hecho Maki Ortiz por la educación, la industria o el desarrollo de México? La respuesta es sencilla: nada que justifique este reconocimiento.

Su trayectoria está marcada más por la corrupción, el nepotismo y el uso faccioso del poder que por un compromiso genuino con la sociedad.

El nombramiento de este plantel no es una decisión educativa, sino un acto de sumisión política. La autoridad educativa federal, encabezada por Mario Delgado Carrillo y el director general de la DGTIS, Rolando de Jesús López Saldaña, deberían explicar con base en qué criterios se tomó esta decisión. ¿Qué méritos académicos o sociales la respaldan? O más bien, ¿de cuánto estamos hablando para que un plantel lleve el  nombre de la chihuahuense?

Maki Ortiz y su hijo, el alcalde de Reynosa Carlos Peña Ortiz, han consolidado un poder dinástico que ha cambiado de colores partidistas, pero no de prácticas. Primero con el PAN y ahora con Morena y el PVEM, han convertido a Reynosa en su feudo, gobernando con una red de intereses que no solo mantiene el control de la administración pública, sino que también extiende su influencia a sectores clave como la educación.

Resulta insultante que la exalcaldesa celebre este reconocimiento como un logro educativo. “La educación es la mejor inversión para transformar vidas y construir un mejor mañana”, expresó al inaugurar el CBTIS 302.

Lo que no dijo es que esta “inversión” es, en realidad, una muestra más del servilismo de la política educativa actual, donde los méritos son irrelevantes y la lealtad a un grupo de poder es la única credencial necesaria para ser honrado.

Mientras en Reynosa la violencia y la corrupción siguen cobrando factura a la ciudadanía, el grupo político de Maki Ortiz y Carlos Peña Ortiz se preocupa más por perpetuar su nombre que por resolver los problemas que realmente afectan a la ciudad.

La educación pública no puede ser un botín político ni un mecanismo para blanquear trayectorias cuestionables.

Nombrar un CBTIS en honor a una figura sin méritos solo demuestra la pobreza de espíritu de quienes hoy dirigen la educación en el país.

Desde Mi Trinchera Vietnamita, más Janambre que nunca.

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