Morena entre la fuerza del pueblo y el lastre de sus falsos liderazgos

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Por María Jaramillo Alanís

Morena sigue atrapado en su eterna contradicción: es el partido más fuerte de México, pero insiste en comportarse como un movimiento que no termina de asumir reglas mínimas de organización. Tamaulipas es un claro ejemplo: en la renovación de comités seccionales el fin de semana pasado, la participación fue alta, sí, pero también hubo roces y desorden que exhiben lo frágil de la estructura territorial del partido.

Y como no, si Rómulo Pérez y la dirigente Guadalupe Gómez, se meten el pie y se arrebatan el micrófono con tal de aparecer en la foto.

El diputado local Marcelo Abundiz Ramírez pidió calma y disciplina a la militancia. Sus palabras parecen ingenuas frente a la realidad: en Morena nadie quiere disciplina porque todos creen ser dueños de un pedazo del movimiento. Lo que para unos es democracia participativa, para otros no es más que anarquía disfrazada.

La Cuarta Transformación sigue viva en Tamaulipas, pero su permanencia no depende de discursos ni de llamados a la unidad, sino de una organización sólida que evite que las disputas internas hagan el trabajo que la oposición no pudo.

Morena ganó el poder con un liderazgo indiscutible: Andrés Manuel López Obrador. Hoy que ese liderazgo ya no opera al mismo nivel, queda claro que el partido no ha sabido institucionalizarse.

Los comités seccionales deberían ser la base para consolidar un partido de largo aliento, pero lo que vemos es lo contrario: pugnas locales, liderazgos en entredicho, como el de JR,  que se estorban entre sí y una estructura que se tambalea cuando debería estar más firme que nunca.

Morena vive de la fuerza de la gente, pero corre el riesgo de que esa misma fuerza lo desborde si no hay reglas claras y respeto interno.

Dice el legislador Armando Zertuche, que los pleitos en morena son por falta de oposición, y con esa afirmación reconoce pues, que lo de su sobrino es una payasada. Aunque en parte tiene razón, no se quiere reconocer que Morena es un partido no con tribus, como el perredé, sino con hordas que no tienen ideología, la más mínima preparación política, y total desconocimiento de documentos básicos.

Adentro de Morena hay un mundo de sapos, como les llama Paco Ignacio Taibo II, que pretenden enquistarse en el poder como antaño lo hicieron los del PRIAN, pero no solo eso, sino permanecer como la clase política a seguir.

La pregunta es: ¿quiere Morena ser un partido con futuro o seguirá siendo un movimiento cuyas hordas lo acabarán? En Tamaulipas la respuesta  está en el aire.

Y más cuando personajes como JR, el “príncipe del huachicol”, insisten en colgarse del prestigio de López Obrador para mantenerse vigentes, cuando en realidad no son capaces ni de salir a convencer a su propio vecino.

Si la presidenta Claudia- no Luisa María- no pone orden, corre el riesgo de que esos falsos liderazgos terminen por convertir al partido en su peor enemigo.

En Tamaulipas hay ejemplos de que en Morena abundan los sapos, y ahí está su tétrica dirigencia.

Desde Mi Trinchera Vietnamita, más Janambre que nunca.

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