Por María Jaramillo Alanís
En política nada es casualidad. Aunque no es una ciencia exacta, quienes juegan el juego del poder y participan en procesos democráticos saben bien de qué se trata; nadie puede sentirse engañado ni sorprendido. La política premia la constancia, la disciplina y, sobre todo, la cercanía con la gente.
Forjado en la rudeza del golpeteo, la calumnia y hasta la persecución, Lalo Gattás ha sabido mantenerse firme, con los pies en la tierra y el pulso en el timón de la capital de Tamaulipas. Su historia no es de improvisación, sino de trabajo continuo y de una conexión real con la ciudadanía que hoy lo respalda.
A cuatro años de gobierno, Lalo ha demostrado ser un servidor público incansable: gestor permanente, promotor de obras y hombre de territorio. Ha sembrado en tierra fértil, y hoy recoge frutos de confianza y respaldo ciudadano. Su liderazgo no se sostiene en discursos, sino en resultados y en el contacto directo con quienes todos los días construyen esta ciudad que también es el corazón político del estado.
Su reciente informe de resultados fue más que un acto protocolario: fue el reflejo de una administración cercana, transparente y con rumbo. La presencia de alcaldes de Nuevo Laredo, Reynosa, Güémez, Altamira y Madero, y los diputados federales Jesús Nader, Carlos Canturosas y hasta Pepe Braña, evidenció las alianzas y relaciones que Gattás ha tejido con madurez política y respeto institucional.
En política nada está escrito, pero las buenas relaciones, la congruencia y el trabajo constante abren caminos.
De cara a la sucesión gubernamental de 2028, Lalo Gattás se perfila entre los cuadros de Morena con mayor fortaleza y arraigo, se abre paso entre mujeres como Carmen Lilia, quien es política de tiempo completo y, la senadora Olga Sosa, que en su desesperación por ser tomada en cuenta comete errores y prácticamente la han bajado de la contienda interna morenista.
El nombre de Lalo Gattás está presente en los espacios donde se discute el futuro político de Tamaulipas. Y quizá, en el fondo, desearía que su partido también reconociera el talento y el compromiso de su compañera de vida, Lucía Rodríguez, quien lo ha acompañado con entrega y sensibilidad las causas sociales de Victoria.
Aunque se sugiera evitar parentescos en las sucesiones políticas, lo cierto es que Lucía ha sabido ganarse un lugar propio. Su trabajo discreto, constante y empático con la población la ha posicionado como un rostro femenino de la transformación local.
Nadie debe olvidar que Gattás enfrentó a Francisco García Cabeza de Vaca, y pese a ello, Morena ganó la capital de Tamaulipas. Luego vino la persecución política; en aquellos días difíciles, fue Lucía Rodríguez quien asumió prácticamente la representación pública de su esposo, dando la cara en reuniones y mítines.
En su propio partido hubo momentos de desconcierto y deslealtades —algunos prefirieron respaldar a los “activos” de la izquierda light, como Pepe Braña—, pero el tiempo ha puesto las cosas en su lugar.
Hoy, Gattás vuelve a ser blanco de ataques y vilezas de quienes pretenden hacernos olvidar al sexenio panista y el saqueo de Xicoténcatl González Uresti y María del Pilar Gómez. Pero la memoria ciudadana no es corta: la gente sabe quién trabaja y quién traiciona.
Lalo Gattás ha sembrado con trabajo, con cercanía y con resultados. Y cuando se siembra en tierra fértil, el futuro siempre florece.
Porque más allá de los nombres, lo que está en juego en Tamaulipas es la continuidad del proyecto humanista que impulsa el gobernador Américo Villarreal Anaya, un modelo de gobierno que privilegia la justicia social, la honestidad y la reconciliación.
La transformación avanza, y en ese camino, Victoria sigue marcando el pulso político del estado.
Desde Mi Trinchera Vietnamita, más Janambre que nunca.



