La política de cristal

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Por María Jaramillo Alanís

Al dirigente estatal del Partido Verde Ecologista de México, Manuel Muñoz Cano, el IETAM lo ha puesto en la picota pública por un supuesto acto de violencia política en razón de género, derivado de haber llamado “niña del Congreso” a la diputada Katalyna Méndez.

Sí, leyó bien: por una expresión que, en cualquier otro contexto, no pasaría de ser un comentario coloquial, y por eso lo declaran culpable, lo sancionan, lo exhiben y amenazan con inhabilitarlo políticamente hasta 2027.

Es legítimo preguntarse si no estamos cruzando la delgada línea entre la justicia y el exceso, entre la protección de los derechos políticos de las mujeres y la criminalización del disentir o, peor aún, de hablar sin el filtro del lenguaje políticamente correcto.

¿De verdad amerita tanto escándalo una palabra? ¿O se trata más bien de una estrategia para victimizar a quien carece de resultados legislativos y necesita permanecer en el reflector?

Porque si revisamos la trayectoria de la llamada “niña del Congreso”, cuesta trabajo encontrar iniciativas trascendentes o acciones concretas que beneficien a la población. Lo que sí abunda son las publicaciones personales, los retratos cuidadosamente producidos para redes sociales y los discursos de autoelogio que se sostienen más en la estética que en la ética.

Y ahí radica la gran contradicción: escudarse en la narrativa feminista no convierte en feminista a nadie, como tampoco el victimismo sustituye la falta de mérito.

El feminismo, en su sentido más profundo, es una causa seria, no un instrumento de revancha o de marketing político.

Si de verdad el IETAM quiere ser garante de la equidad, debería también medir con la misma vara los ataques, burlas y descalificaciones que muchas mujeres políticas lanzan contra sus pares —hombres y mujeres por igual—, sin que eso derive en sanciones ni en notas de prensa.

La justicia electoral no puede ser selectiva, ni puede prestarse al juego de las susceptibilidades.

Hoy le tocó al Verde y a Manuel Muñoz, mañana puede tocarle a cualquiera que se atreva a decir algo que incomode a una diputada sin logros visibles.

Porque cuando el poder judicial se convierte en celador del lenguaje y los organismos electorales se vuelven árbitros del ego, la política deja de ser libre y la democracia comienza a fracturarse.

En el fondo, lo que está en juego no es una palabra, sino la libertad de pensamiento frente a la dictadura de lo correcto.

Y eso, más que feminismo, es autoritarismo con rostro amable.

Desde Mi Trinchera Vietnamita, más Janambre que nunca.

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