Simón y Francisco

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Por María Jaramillo Alanís

Simón y Francisco: dos mitómanos huyendo de la justicia mexicana, ¿y han escuchado aquello de que Dios los hace y  Freud los junta? pues…

No hay refrán más certero para describir a Simón Levy Dabbah y Francisco García Cabeza de Vaca, dos especímenes políticos que deberían ser materia de estudio en psiquiatría y criminología, y que sin duda inspirarían a Florentino Carlo Collodi para escribir una nueva versión de Pinocho, pero con acento chilango y texmex.

El primero, Cabeza de Vaca, vive su tragicomedia desde la comodidad de Texas, repitiendo en redes sociales que es un “perseguido político”.

Sigue fielmente el manual del ministro nazi Joseph Goebbels, convencido de que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. Pero la realidad es que el exgobernador panista es un delincuente  prófugo de la justicia mexicana, que hace 37 meses huyó del país utilizando su pasaporte estadounidense y los millones saqueados al erario de Tamaulipas.

El segundo, Simón Levy, el influencer de la superioridad moral, demostró ser otro mitómano profesional. Cuando la Interpol hizo efectiva una ficha roja en su contra, inventó un atentado en Washington D.C. y aseguró haber salido “ileso”, engañando a medios que difundieron su farsa.

En realidad, estaba detenido en Lisboa, intentando frenar su extradición a México.

Días antes de su sainete internacional, Levy le cedió el micrófono a su alma gemela, el otro mitómano, Cabeza de Vaca, en un episodio que pareció más una sesión de terapia que una entrevista.

Dos narcisistas hablándose al espejo, uno desde Portugal y otro desde Texas, repitiéndose que son víctimas de un sistema que, según ellos, no soporta a los “hombres libres”.

Pero el destino es implacable. El caso de Cabeza de Vaca está ahora en manos de Lenia Batres Guadarrama, ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y eso tiene a más de un panista rezando en inglés. Porque si algo distingue a Lenia es su independencia y su temple: no se deja intimidar por apellidos ni por dólares.

Cuando la Corte decida, el exmandatario tamaulipeco podría descubrir que el cuento del “perseguido político” no conmueve a nadie, y que la justicia —aunque demore— siempre llega.

Y esta vez, todo indica que el cuento de Pinocho terminará donde empieza toda farsa: con el mentiroso tras las rejas y la nariz bien medida por la ley.

La justicia tarda, pero cuando llega… no pide permiso.

Desde Mi Trinchera Vietnamita, más Janambre que nunca.

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