La violencia de la ultraderecha

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Por María Jaramillo Alanís

El asesinato político en México es y ha sido una práctica de la ultraderecha, hoy encabezada por las fuerzas políticas, grupos empresariales, organizaciones ligadas al PRI y al PAN, la Curia católica pero también los de las iglesias cristianas evangélicas, y no hay que romperse mucho la cabeza, también enquistados dentro de las estructuras gubernamentales de todos los niveles en el país.

Morena ciertamente gobierna, gana elecciones, pero dejó de hacer algo más que importante al incorporar cuadros políticos nacidos justamente del PRIAN; la preparación de sus cuadros, el estudio de sus documentos básicos, pero sobre todas las cosas: el compromiso con el país.

Atrás quedó Andrés Manuel López Obrador, al que estos pequeños hombrecillos y mujeres siguen usando para medrar en los presupuestos; jamás se han propuesto abrevar en las necesidades del pueblo y mucho menos resolverlas.

En el crimen de Carlos Manzo, allá en Uruapan, Michoacán, va más allá de la muerte de un presidente municipal: es un asesinato pensado en los impactos políticos y queda claro que fue orquestado desde la derecha y patrocinado desde la Casa Blanca, que desde siempre ha querido someter a los pueblos de Latinoamérica. Ejemplos sobran: Brasil, Colombia, Venezuela, Nicaragua, Cuba… y no porque los gringos sean verdaderos demócratas, sino por sus riquezas naturales. Los cuáqueros del norte son insaciables.

Y la derecha, que no tiene un proyecto de país porque los mexicanos la rechazan una y otra vez en las urnas, recurre a lo único que le queda: el asesinato. Tristemente, Manzo no será el único.

Estos, mujeres y hombres, civiles, con sotana y biblia en mano, se prestaron antes y son los que urdieron el asesinato de Rodolfo Torre Cantú: Felipe Calderón, Genaro García Luna, Fernando Gómez Mont, la fauna panista y priista de entonces —Murillo Karam, Osorio Chong, Peña Nieto y sus amanuenses incluidos—.

No se vale perder la memoria.

Aquí, el gobierno panista de Calderón, a la muerte de Rodolfo, exigió a Eugenio Hernández Flores y al IETAM suspender las elecciones porque, según ellos, “no había condiciones políticas”. Al domingo siguiente ganaba el PRI la gubernatura.

Después, los partidos de entonces-sin Morena- firman el pacto por México y Vaca se ganaba Tamaulipas votando a favor de la Reforma Energética de Peñita.

Tamaulipas, aquel 28 de junio de 2010, fue el laboratorio para que el PAN obtuviera gubernaturas en otros estados; aquí Egidio Torre Cantú entregó el gobierno a lo más nefasto y depredador del panismo: a Francisco García Cabeza de Vaca.

La derecha —el PRIAN—, asociada con el crimen organizado en el pasado y en el presente ha sido capaz de ejecutar a los suyos. ¿Acaso no lo hizo con Colosio, los Moreno Valle, Rodolfo? Y luego se hicieron las víctimas con tal de venderse como la mejor opción política.

Son lacras, que no se nos olviden. Les quitan la vida a personas que aman a sus pueblos. Evidentemente tienen una cantidad de seguidores y seguidoras que solo consumen la verdad a medias y se tragan mentiras completas, a través de la televisión de un delincuente evasor de impuestos y en redes sociales.

Es verdad lo que le dijo Manzo a Bedolla, el gobernador michoacano: sus gobiernos se han llenado de gente que en campaña combatían por corruptos. Y es así en todos los gobiernos morenistas, estatales y hasta en el federal.

Rosa Icela Rodríguez, en la SEGOB, acaba de dar nombramiento a la exdiputada del PRI, Monserrat Arcos… ¿acaso esa mujer no es parte del grupo que dicen combatir, los que metieron en la pobreza a la mitad de la población y se hicieron millonarios y millonarias a costillas del erario?

Es urgente que Morena y todas y todos los gobernadores realicen un diálogo interno, en el que se pregunten: ¿Quiénes son? ¿Hacia dónde van? ¿Quieren gobernar para todos o solo para sus familias? ¿Quieren solo hacerse millonarios y hacer empresas fantasmas o realmente apostarle al crecimiento económico de los pueblos?

Sí creo que debe haber una sacudida en sus estructuras. Los mexicanos y mexicanas no merecemos esta clase política de sapos y ranas.

Triste ver en lo que convierte la ultraderecha mexicana el asesinato de un político: en herramienta, porque en las urnas no pasan y no pasarán.

Los fachos son apátridas que están de nalgas al imperio gringo, nunca han servido a México y han sido la servidumbre de España y ahora de los gringos.

Porque en el fondo, lo que la ultraderecha teme no es perder el poder —eso ya lo perdió—, sino que el pueblo despierte y no vuelva a dormirse jamás. Por eso asesinan, por eso siembran miedo. Pero México no volverá atrás.

Y aunque los fachos se disfracen de demócratas, el pueblo sabe quién es quién.

La sangre de quienes han sido víctimas de su ambición y de su odio no será en vano: de ella brota conciencia, dignidad y una convicción profunda de seguir defendiendo el proyecto de Nación que soñó el Presidente López Obrador y que hoy encabeza la PresidentA Claudia Sheinbaum Pardo.

La patria no se vende, no se entrega, no se arrodilla.

Desde Mi Trinchera…

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