Allá por el norte donde el agua ya no alcanza

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Por María Jaramillo Alanís

Por el norte, donde la tierra es de pasiones y el viento levanta historias de tres décadas, el Distrito de Riego 025 vuelve a ser noticia. No por sus cosechas, sino por su sequía.

Cerca de 15 mil productores agrícolas, en las 248 mil hectáreas que comprende el Distrito de Riego 025 —que abarca Río Bravo, Reynosa y Matamoros— dejarán de ser superficie de riego para convertirse en temporal. Es una decisión drástica, pero inevitable, ante la alarmante falta de agua en la presa Falcón.

El secretario de Desarrollo Rural, Antonio Varela Flores, lo dijo sin rodeos: el agua no alcanza. Y si el distrito no se reconvierte, la crisis de granos será inevitable. El cambio de categoría permitirá que los agricultores accedan al programa Cosechando Soberanía y a apoyos que hoy les están vedados.

Los productores lo saben: no es un capricho, es supervivencia. El sorgo y las hortalizas no se sostienen con discursos, sino con metros cúbicos. El distrito necesita más de 1.3 millones al año, y hoy esa cifra es imposible.

Los últimos ocho años han sido críticos, pero la raíz del problema viene arrastrándose desde hace tres décadas.

Y mientras el 025 languidece y enfrenta la peor crisis hídrica que impide el buen desarrollo del ciclo agrícola 2025, el Distrito de Riego 026 —Bajo Río San Juan— no requerirá del trasvase de la presa El Cuchillo hacia la Marte R. Gómez. Una paradoja del mismo mapa hídrico.

En la comparativa nacional, 2025 se perfila como el año de la peor cosecha de granos en un cuarto de siglo: una caída del 41.2% en la producción de trigo y del 8.9% en la de sorgo. Cifras que revelan la magnitud de un problema que golpea a todo México, pero que en Tamaulipas adquiere rostro de urgencia.

Los cultivos más afectados serán maíz, trigo, sorgo y oleaginosas. Termina 2025 y el ciclo 2025-2026 pinta aún más complejo para los agricultores y para la tan nombrada soberanía alimentaria.

Porque desde hace treinta años, en el norte, el agua es un bien escaso. Y sembrar, más que un oficio, sigue siendo un acto de fe.

Desde mi trinchera…

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