Por María Jaramillo Alanís
En Tamaulipas el tiempo no sana: acumula. Y en ese cúmulo están los restos humanos que aguardan un nombre, historia y abrazo. Ahí, en los panteones forenses, se amontonan años de una deuda que no deja de crecer.
La diputada local Eva Reyes González, presidenta de la Comisión de Derechos Humanos del Congreso del Estado, advirtió lo que las familias ya saben: La Fiscalía de Justicia inicia una nueva etapa enfrentando un rezago enorme en la identificación forense, un pendiente que marca no solo a las instituciones, sino a miles de familias que viven suspendidas entre la esperanza y el duelo.

Reyes González expone una realidad cruda: México no tiene suficientes especialistas en antropología forense, una disciplina que —a pesar de la magnitud de la crisis— solo se imparte en dos universidades del país: Jalisco y Zacatecas. “La producción (sic) de verdaderos antropólogos forenses es limitada”, reconoce. Y esa carencia se traduce en expedientes detenidos, cuerpos sin nombre y familias sin respuestas.
Ante esta crisis, la diputada propone una ruta clara: calendarizar fechas para que la FGJT, dé a conocer los avances, fijar plazos obligatorios y diseñar una estrategia integral que involucre a todas las instituciones que tocan el proceso de búsqueda e identificación. Porque no basta con buenas intenciones; hace falta voluntad, coordinación y un andamiaje legal que permita avanzar.
Mientras tanto, las cifras no permiten el consuelo.
Los casos de desaparición en Tamaulipas crecieron a partir del 2009, alcanzando su pico en 2011, cuando 1,293 personas desaparecieron y siguen sin ser localizadas. Aunque desde 2020 el registro anual ha disminuido aproximadamente 50 por ciento, el acumulado es brutal:
13,468 personas desaparecidas hasta mayo de 2025, de las cuales 10,765 son hombres y 2,684 mujeres.
Reynosa es el epicentro de esta tragedia. En un solo año pasó de 2,655 a 2,817 casos, colocándose —desde 2024— como el municipio con más personas desaparecidas en el estado. Detrás vienen Nuevo Laredo, Matamoros, Victoria y Tampico, con ligeras reducciones que no borran el dolor.
La Vocería de Seguridad estatal afirma que durante la actual administración se ha logrado el mayor avance en la búsqueda —59 por ciento de los casos han sido ubicados, según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO) —, pero ese dato convive con otro: los panteones forenses siguen llenos y las familias siguen esperando.
En Tamaulipas, los números pesan pero los nombres duelen, el desafío no es solo técnico y jurídico: es profundamente humano. Urge ciencia, sí; pero sobre todo urgencia moral.
La Fiscalía de Justicia estatal, tiene una-entre muchas otras- tareas; actuar con ética, limpiar las estructuras, -muchas de ellas trabajan para la delincuencia- y absolutamente transparentes de cara a los dolientes y a las familias que siguen esperando el regreso de sus familiares con vida.
Por supuesto que el fiscal Eduardo Orozco, no la tiene nada fácil, pero como dicen en el racho, si se renta sabe, sino que no se rente.
Irving Barrios Mojica, sí que bueno que se va pero por la puerta de atrás, un sonoro recordatorio, de lo que deja pendiente, tirado y la herencia maldita.
Mientras no haya identificación, no habrá cierre.
Mientras no haya verdad, no habrá paz para las familias.
Desde Mi Trinchera…



