María Jaramillo Alanís
No es nada nuevo que, en los Estados Unidos, los discursos contra los migrantes—mexicanos o de cualquier otra minoría—sean bien recibidos por ciertos votantes. Tanto es así que Donald Trump ha sido elegido por segunda vez como presidente.
Trump es un personaje que inspira, desde su tribuna política, arengas violentas y polarizantes. Recordemos que durante su campaña prometió expulsar a todos los migrantes ilegales, una retórica que sus seguidores han llevado más allá de las palabras, convirtiéndola en acciones violentas en las calles.
Prueba de ello es el lamentable incidente ocurrido durante las celebraciones de Año Nuevo en Nueva Orleans: un ciudadano estadounidense embistió intencionalmente a paseantes, dejando un saldo trágico de 15 muertos y más de 35 heridos. El atacante fue abatido por la policía.
Mientras líderes mundiales condenaban el acto, Trump, fiel a su estilo, aprovechó para desviar la responsabilidad y culpar nuevamente a los migrantes. En su red social Truth Social escribió:
“¡Nuestro país es un desastre, el hazmerreír del mundo! Esto es lo que ocurre cuando tienes fronteras abiertas y un liderazgo débil, ineficaz y prácticamente inexistente. El Departamento de Justicia, el FBI y los fiscales demócratas no han hecho su trabajo.”
Este discurso incendiario no solo señala a sus opositores políticos, sino que atiza aún más el odio hacia los migrantes, quienes han contribuido significativamente al desarrollo de Estados Unidos.
Además, figuras como Elon Musk, cercano a Trump, han utilizado sus plataformas para amplificar mensajes de desinformación y promover divisiones, dirigiendo ataques incluso hacia Kamala Harris y Joe Biden. Esto convierte a las redes sociales en un campo fértil para la intolerancia y el extremismo.
Trump es un hombre con poder económico y político que, respaldado por la ultraderecha radical, está reconfigurando peligrosamente el panorama social y político de su país. Desde la Casa Blanca, parece empeñado en enemistar a Estados Unidos con el resto del mundo, incluso con sus aliados tradicionales.
En este contexto, la violencia en Estados Unidos se ha normalizado. Es parte ya de su idiosincrasia, un mal endémico que trasciende los colores partidistas. Desde este lado de la frontera, observamos con preocupación cómo la derecha estadounidense sigue atacando a nuestros connacionales, alentada por el discurso de Trump.
Por eso, el gobierno de Américo Villarreal Anaya actúa correctamente al prepararse para recibir a los migrantes deportados por la frontera tamaulipeca.
Es vital que municipios como Nuevo Laredo, Reynosa y Matamoros dispongan de los recursos necesarios para brindar apoyo y refugio a quienes lo necesiten.
Desde Mi Trinchera Vietnamita, más Janambre que nunca.