Con el pueblo todo… ¿pero en los hechos?

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María Jaramillo Alanís

La presidenta Claudia Sheinbaum envió una carta con diez puntos dirigidos a Morena y a sus militantes.

El documento, cargado de principios, exhorta a mantener la unidad, a no dejarse tentar por el poder, a actuar con humildad y a elegir candidatos con respaldo popular.

En el papel, el mensaje es impecable. Pero como siempre en la política mexicana, lo que se dice y lo que se hace rara vez coinciden.

La presidenta habla de rechazar el sectarismo y el pragmatismo excesivo. Sin embargo, basta mirar la disputa por posiciones en el Congreso para ver que los intereses personales y de grupo siguen ganando terreno. ¿De qué sirve hablar de unidad si los codazos internos ya están rompiendo el discurso desde adentro?

Se condena el uso de recursos públicos para “turismo político” y se exige austeridad. Pero mientras se lanza este llamado, continúan los lujos y los viajes disfrazados de “misiones legislativas”.

La narrativa de humildad choca frontalmente con la realidad de quienes ven el cargo como un ascenso social y no como un compromiso con el pueblo.

Otro punto esencial es la denuncia de la colusión con la delincuencia, organizada o de cuello blanco. ¿Pero cómo se materializa esta prohibición cuando persisten zonas del país donde el crimen dicta las reglas y algunos actores políticos guardan sospechoso silencio?

En Tamaulipas no es la excepción, y por citar algunos ejemplos están: Matamoros, Reynosa, Nuevo Laredo, Cd. Madero, Miguel Alemán, Díaz Ordaz, Río Bravo, cuyos alcaldes  y alcaldesas se les ha relacionado  con los dueños del huachicol, es decir con bandas delincuenciales, en vez de mandarles un tierno mensajito de que no lo hagan, hace falta dejarles caer  todo el peso de la ley contra ellas y ellos.

Y claro, a los morenistas se les pide que las candidaturas sean elegidas por el pueblo, mediante encuestas y tómbolas. ¿Pero de qué sirven esos métodos si las encuestas son opacas, manipulables, o si la tómbola solo legitima decisiones ya tomadas?

Claudia Sheinbaum tiene razón en una cosa: no debemos olvidar de dónde venimos, pues VENIMOS de décadas de simulación, corrupción y desprecio por el pueblo.

Si Morena quiere evitar repetir esa historia, no bastan las cartas ni los discursos. Se necesita congruencia y honestidad, olvidar el hambre por el poder y representar al pueblo al que le deben todo.

Hoy más que nunca, México exige que los principios se conviertan en acciones, y que el poder deje de ser botín para volver a ser herramienta de transformación.

Desde Mi Trinchera Vietnamita, más Janambre que nunca.

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