Por María Jaramillo Alanís
Antes y después de la conmemoración del grito de independencia han sido días históricos en Tamaulipas. Cuando los nostálgicos del prófugo de la justicia le apuestan a la desinformación, a fake News, al supuesto desgobierno, una y otra vez la realidad les golpea y no les gusta; no regresarán al escenario político estatal.
Hasta hoy, ningún gobernante había abierto las puertas de palacio estatal y Américo Villarreal Anaya sentó precedente e hizo historia de nueva cuenta al abrir las puertas de la sede del poder ejecutivo a todos los que asistieron a la celebración de las fiestas patrias para compartir una cena en la que el mandatario y su esposa María de la Luz, sirvieron personalmente los alimentos a sus invitados de honor: las familias del pueblo.
A diferencia de otros, el gobernante quiso brindar sus atenciones a la gente, en contraste enorme con la administración anterior, que no permitía el libre acceso a la gente, ni siquiera cuando iba a palacio para tramitar asuntos de rutina.
Porque justamente el Palacio estatal fue tomado como rehén del panismo en el anterior gobierno, ahí solo podían entrar sus amigos, socios y obvio, los de las empresas fachada.
Ahora, en la 4T, Américo no solo abrió las puertas del inmueble a todos los tamaulipecos, en realidad dio una demostración de humildad, sencillez y sensibilidad.
Dicha actitud habla de una persona que siente, convive y disfruta, al igual que cualquiera de sus conciudadanos, las emociones de una fiesta nacional.
La noche del grito vimos a un Américo mucho más cercano a su gente, gente que por cierto le dio su voto, 730 mil que lo eligieron como el Gobernador de Tamaulipas
De hecho vimos a un mandatario feliz de servir, como nunca lo habíamos visto en estas tierras, donde los habitantes ya estaban hartos de los desplantes, de la soberbia, prepotencia y discriminación.
Ese gesto de humildad, le permite a Américo establecer vínculos de cercanía con sus representados, pues se entrega como un verdadero servidor del pueblo, siempre atento a las necesidades sociales, y dispuesto a utilizar todos los recursos a su alcance para resolver las problemáticas de la comunidad.
Américo mostró una cara que da confianza y anima a la gente a acercarse sin miedo y con gusto a su gobernador, y les da la oportunidad de expresar necesidades y ofrece la mano para recibir esas demandas, con la certeza de que todos serán escuchados y atendidos.
Por si fuese poco a la hora del grito, el pueblo que acudió al llamado del festejo de la Patria en el inicio de la independencia, coreó junto al gobernador el “¡Viva Tamaulipas”! y el “¡Viva México!” desde la entraña misma.
Atrás quedaron sepultados los miedos, la soberbia y la prepotencia de un gobernador que hoy anda a salto de mata acusado de haber saqueado el erario estatal.
Américo da fe de que la ideología del humanismo mexicano llegó para quedarse y que el gobierno es del pueblo, para el pueblo y con el pueblo, más claro; con el pueblo todo, sin el pueblo nada y esa debe ser la premisa del mismo gobernador.
Dos o tres prietitos en el arroz que serán parte de otra entrega, hoy queda felicitarnos todos: Hay un gobernador humanista que vela por el pueblo.
Desde Mi Trinchera Vietnamita más Janambre que nunca.