José Ángel Solorio Martínez
Javier Coello Trejo, es un abogado y ex policía del submundo político mexicano. En su papel de defensor del gobernador Francisco García Cabeza de Vaca, participa en el complot para manchar la elección que hizo de Américo Villarreal Anaya, gobernador electo de Tamaulipas. Se sumó a la avalancha mediática para intentar influir en los Magistrados que en unas horas calificará el proceso electoral tamaulipeco, en donde el candidato del Ejecutivo estatal saliente, perdió contundentemente contra el postulado por MORENA.
Lanzó la falsedad, de que tuvo informes de la participación del crimen organizado en la campaña del entonces candidato, -del PRI- Américo Villarreal Guerra. Puntualizó la cercanía de un connotado narco matamorense en su proyecto político.
Es pertinente, hacer varias aclaraciones a lo dicho por Coello Trejo:
1.- En esa época -1986- el crimen organizado apenas era un ente embrionario. No poseía la contundencia, la estructura, la capacidad de fuego, lo amplio de sus batallones de guerra, que ahora, casi 40 años después.
En esas fechas, los cárteles, eran organizaciones en formación y no participaban en política; cada chango a su mecate: los narcos a lo suyo; los políticos a lo que sabían hacer. Ni uno ni otro bando, osaba traspasar los límites de sus áreas de trabajos.
Es evidente: ambos factores se conocían; coexistían en una sociedad diversa y en expansión.
Era común, verlos juntos en fiestas, festejos, y demás eventos sociales.
Nada más.
Ni los jefes policiacos, obedecían al mundillo del narco.
2.- Las campañas, en los años 80 en Tamaulipas, con un PRI casi hegemónico, -que aparte, le sobraban los recursos por sus participaciones de las autoridades electorales- no tenía como problema la falta de recursos.
3.- Efectivamente: ese narco matamorense, entregó recursos a uno de los más cercanos colaboradores del ingeniero Villarreal Guerra. Se llamaba Poncho, y era doctor; ya fallecido, por eso esa referencia sin apellido. Por su cuenta, recibió algunos dólares y un caballo pura sangre, como regalos para el candidato.
No llegaron a las manos de Villarreal Guerra; se quedaron en las de Poncho.
Eso generó, que llegando a la gubernatura Américo, recibiera un reclamo del capo de Matamoros. Recibió, personalmente la llamada, el secretario general de gobierno, Heriberto Batres García.
Insolente el reproche.
Para el gobernador y para Batres.
El secretario, echó manos de sus contactos de la Secretaría de Gobernación, de donde venía.
El policía federal, Guillermo González Calderoni, solucionó el asunto: levantó al capo, y en una serranía de Nuevo León, lo hizo cavar un hoyo como para tumba. El policía tomó fotos y las envió a Batres y éste las hizo llegar a Villarreal Guerra.
El narco matamorense, tuvo que regresar a su plaza, abofeteado, a pie, derrotado y humillado.
Poncho, de ser uno de los más cercanos consejeros y amigos de Américo, pasó a ser un personaje anónimo: no figuró en el Gabinete -como estaba apuntado-.
Eso sí: nunca se supo el fin que tuvieron los dólares y el corcel de valor millonario.
Dicen en el rancho, que la basura se junta en los remolinos.
Sabio dicho.
Hoy los tamaulipecos, estamos presenciando un repugnante coctel: Cabeza de Vaca, Gil Zuarth, Coello Trejo, Truco Verástegui y el Cachorro.
Como todo fiambre al sol: empiezan a apestar.