Por José Ángel Solorio Martínez
La Comuna
El gobernador de Nuevo León, Samuel García, es un pésimo gobernador. Y no porque sea, producto de la frivolidad y la manufactura de las redes sociales; no. Es mal servidor público, porque obedece –ciegamente– a las rancias élites nuevoleonesas que lo pusieron en donde está.
No sirve a los ciudadanos.
No obedece a su partido.
No da prioridad a los intereses ciudadanos –sólo por hablar de algo reciente: el caso Debanhi, expuso a los órganos de impartición y procuración de Justica de Nuevo León, y exhibió su visión valemadrista de los problemas de la gente más desprotegida–.
¿Qué hace entonces Samuel?
En el reciente pacto entre Ejecutivos estatales de Tamaulipas y Nuevo León, para hacer uso común de las aguas de la Presa El Cuchillo, con su inasistencia mostró a los actores –locales y federales– que participaban en ese evento, su postura soberbia y altanera: no asistió.
(Nadie supo los motivos, por los cuales no participó en ese relevante encuentro).
Es soberbio y altanero, no porque sea un político con sobradas prendas; al contrario: esas conductas, esconden sus limitaciones y su falta de pericia para moverse en los siempre farragosos escenarios de la política.
Es complicado, adivinar el por qué el gobernador nuevoleonés, prefirió quedarse en casa.
Si se deja a la imaginación, se puede especular que ante la decisión de las instituciones nacionales –CONAGUA– y la Secretaría de Gobernación para realizar el trasvase en cumplimiento de acuerdo avalado desde los días de Carlos Salinas de Gortari, no gustó a sus verdaderos patrones: las grandes corporaciones –refresqueras, cerveceras y propietarios de paseos turísticos– quienes consumen grandísimas cantidades de recursos hídricos.
Es decir: al Ejecutivo estatal García, no le interesa el agua para consumo humano; de ninguna manera: lo que le interesa es la prioridad de llevar agua a los grandes empresarios.
Para ello, se había estado resistiendo a abrir las compuertas de la presa.
Por años, con diversas triquiñuelas, los jefes de Samuel, han estado prestidigitando las aguas que también pertenecen a Tamaulipas.
Y no para cualquier cosa: para producir alimentos.
¿Acaso García, en su mundo feliz de anhelos sampetrinos, considera alimentos a los refrescos y a las bebidas alcohólicas?
Es muy probable.
En el metaverso que vive, –sin Justicia, sin programas sociales, sin depauperados, sin vecinos– se desenvuelve como el príncipe de las luces que sus empleadores le han construido.
Para él, lo que no pasa en las redes sociales, no existe en el maravilloso universo que le tocó vivir.
Esa forma de pensar, y la forma de actuar de las élites nuevoleonesas, hacen predecir –con muchas posibilidades de acertar– que el gobernador García y sus camajanes –como dice AMLO– incumplan los ordenamientos firmados por el gobierno federal y el gobierno de Tamaulipas.
¿Y Nuevo León?
Las aguas de Tamaulipas que monopoliza Nuevo León como suyas, son parte del cosmos fantástico de exclusividad plena, para Samuel y Cía.
¿Por qué los tamaulipecos, deberían confiar en un núcleo de élites y sus sirvientes, –a quienes José López Portillo, les firmó un cheque por 10 mil millones de pesos de BANOBRAS para sacarlos de la quiebra– y luego Ernesto Zedillo, los benefició con miles de millones de dólares –FOBAPROA– para darles oxígeno financiero porque estaban en colapso económico?
Y para cerrar, ese afortunado ciclo: el salinismo, les construyó presas regalándoles las aguas tamaulipecas.
Después de 30 años, el gobierno federal hace justicia a los tamaulipecos de la frontera.
¿Y todavía se preguntan, porqué AMLO es tan respetado y amado por el pueblo de la región?